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Bullrich se victimiza: sin pruebas, habla de espionaje para tapar los audios de coimas

POLITICA, MIERCOLES 3 DE SEPTIEMBRE 2025.-

En lugar de dar explicaciones claras sobre el escándalo de los audios que salpican a Karina Milei y Eduardo “Lule” Menem en un presunto sistema de coimas, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich eligió el viejo manual de la política de encubrimiento: desviar la atención, victimizarse y culpar a otros.

Desde un video difundido en sus redes, Bullrich aseguró que se trata de “una de las operaciones de espionaje ilegal más peligrosas de la historia”, sin mostrar una sola prueba que respalde semejante acusación. Como tantas veces, la ministra apuntó contra el kirchnerismo, contra “agentes extranjeros” y hasta contra los periodistas, en un intento desesperado de instalar la idea de que todo es parte de una conspiración.

La maniobra es evidente: evitar hablar del contenido de los audios y de lo que significan para un gobierno que prometió transparencia y lucha contra la corrupción, pero que hoy aparece involucrado en prácticas de recaudación clandestina.

Bullrich llegó al extremo de comparar esta situación con el caso Maldonado, aquel que ella misma encubrió durante el macrismo. El paralelismo no hace más que desnudar la pobreza argumentativa de la ministra: repetir slogans, agitar fantasmas y buscar enemigos externos, en vez de dar respuestas concretas.

Más grave aún fue su advertencia a la prensa: “Los que difunden material ilegal no están informando, están operando”. Un mensaje directo a los medios y periodistas, que no solo suena a amenaza, sino que además expone la visión autoritaria de un gobierno que confunde democracia con impunidad.

Mientras tanto, los audios existen, circulan y muestran lo que el oficialismo se niega a admitir: un esquema de poder paralelo, con coimas y favores políticos, en el corazón mismo de la Casa Rosada.

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El recurso de Bullrich es tan previsible como peligroso: en vez de investigar y transparentar, se construye un relato de persecución para blindar a los verdaderos responsables. La ministra, que se autoproclama garante de la seguridad y la República, termina siendo vocera de la impunidad.

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