OPINIÓN: POR LEONARDO DI BENEDETTO
POLITICA, 1 DE JULIO 2025.- Pablo Blanco quiere ser senador otra vez. Lo dice sin rodeos: “En principio, la intención la tengo”. Y lo dice justo ahora, cuando Tierra del Fuego arde por todos lados: tarifas impagables, industria jaqueada, trabajadores despedidos, estudiantes sin clase, PyMEs al borde del abismo. Pero él quiere renovar su banca. Quiere seguir en el mismo sillón desde el cual miró cómo nos desmantelaban.
Porque eso es lo que pasó: el Congreso Nacional fue el escenario donde se ejecutó, con absoluta frialdad, el recorte más brutal que hayamos vivido como provincia. Y Pablo Blanco fue parte de ese engranaje. A veces con su voto. Otras, con su silencio.
Habla ahora de defender los intereses fueguinos. ¿Ahora se acuerda? ¿Ahora que la ley de Promoción Industrial está en terapia intensiva? ¿Ahora que los fueguinos no pueden pagar el gas, la luz ni un litro de nafta? ¿Dónde estuvo Blanco cuando la motosierra del ajuste nos atravesó de punta a punta?
Y no se trata de una cuestión partidaria. Es mucho más profunda. Se trata de representación real. Tierra del Fuego necesita senadores que se planten, no que negocien su lugar en una lista. Que hablen en nombre del pueblo, no en nombre de las cúpulas partidarias de Buenos Aires.
El senador dice que se pueden construir alianzas. Que hay margen para conversar con “sectores no tan kirchneristas”. Que hay que buscar consensos. Pero los consensos no sirven si el resultado es que siempre pierdan los mismos: los fueguinos.
¿De qué sirve un senador que vuelve cada tanto a la provincia a sacarse una foto, pero no mueve un dedo cuando se caen los subsidios al transporte o se eliminan beneficios impositivos históricos? ¿Quién defiende a Tierra del Fuego mientras se votan leyes que nos empujan al colapso?
No alcanza con la intención de repetir una candidatura. Hace falta voluntad de poner el cuerpo, de levantar la voz, de enfrentarse al poder cuando hay que hacerlo. De eso se trata representar.
Hoy, mientras Pablo Blanco se prepara para una campaña, la gente se prepara para sobrevivir. Y eso debería bastarle a cualquier dirigente con algo de dignidad para entender que no es tiempo de repetir caras, sino de recuperar convicciones.
