Por Patricia Granados
23 de octubre 2024.- La reciente muerte del diputado Héctor «Tito» Stefani ha abierto una disputa en torno a quién ocupará su banca en la Cámara de Diputados. Mientras el país sigue expectante, dos figuras emergen en este complejo escenario político: la doctora Dalila Nora y Ricardo Garramuño.
Por un lado, la doctora Nora, segunda en la lista como titular, ha reclamado de manera legítima el lugar que le corresponde. Con una trayectoria marcada por su amor a la provincia y la defensa de causas justas, Dalila se ha ganado el apoyo del pueblo fueguino sin la necesidad de apellidos políticos de renombre. Su lucha es la de una mujer que, sin padrinazgos, ha forjado su camino con esfuerzo. Representa no solo el voto de quienes confiaron en ella, sino también un símbolo de la lucha de las mujeres por espacios de representación en la política.
En contraste, el escenario que rodea a Ricardo Garramuño, primer suplente en la lista, ha sido de un intrigante silencio. Sin apariciones mediáticas ni declaraciones públicas, Garramuño parece haber tomado el control del juego político de forma sigilosa. Según informaciones, habría presentado los documentos necesarios para ocupar la banca, pero lo hizo sin mayor exposición, en una postura que muchos interpretan como una maniobra estratégica. El poder detrás de la escena es evidente, pero ¿por qué ese silencio?
Mientras Dalila Nora eleva su voz con el respaldo de la Constitución y del pueblo que la votó, la postura discreta de Garramuño abre interrogantes. ¿Es este silencio una táctica política o una muestra del manejo del poder desde las sombras? ¿Qué decisiones tomarán las autoridades frente a esta disputa, que no solo afecta a las figuras en juego, sino también a la representación de los fueguinos en el Congreso?
La lucha de Dalila Nora es legítima y está respaldada por la voluntad popular. En un país donde el rol de la mujer en la política sigue siendo un desafío, su figura cobra mayor relevancia.
